lunes, 3 de junio de 2013

Te ata, te sube, te suelta y te amarra



A veces sucede en la mente de una persona que todo se derrumba y entra a pasar una gran filmina muy rápido, tan rápido que parece que aprendes de tu propia vida lo que no podes aprender de muchos libros e historias que te contaron.

Ese instante eterno siempre te hace sentir soledad, esa dura y cruel soledad, que hiela tu nuca, te hace apretar los dientes, te da un golpecito en el corazón y te hace torcer la boca y caer una lagrima… tras esa lagrima, muchas y muchas más.

Tal vez yo vivo a la sensación de estar sola de esa manera, y tal vez, esta es mi manera de llorar, pero así se entra en mis poros ese sentimiento. La vida no es tan cruel pero por lo menos la sensación de vivirla tan apasionadamente si lo es.

¿Te sentís sola Emilia? –Constantemente.  Pero cuando más crees que tu mundo se derrumba, y vos sabes que todo está para levantarse, más ganas te dan de llorar. Ahí yo respiro hondo y le cuento a todos los que quieran escuchar, lo mal que estoy, ahí aparecen ciertos seres de mi alma.

Son de mi alma, y de ninguna alma más. Estos seres hacen que mis lágrimas valgan la pena, aunque la angustia persiste, se apacigua, se tranquiliza. Ella sabe como yo que la angustia no es eterna, pero se deja sentir como tal.


En estos momentos donde todo parece una cruel realidad, mi corazón me dice: “Emilia, mira  lejos y verás que no solo sos una máquina de dios sino también de vos misma, sé una maquina pero date cuenta de quién es la culpa de serlo.” Esa persona culpable se llama igual que yo.

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